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02/03/2025
Fuente: telam
Durante años, Karina Caden (53) intentó encajar en lo que ella misma define como “la vida normada”. Sin embargo, desde joven sintió una atracción por el trabajo sexual. Tras ejercer como terapeuta en el Servicio Penitenciario, fue escort, filmó películas para adultos y hoy vende contenido erótico sola y con su pareja. “Soy una MILF, una madre muy deseada”, asegura
>Karina Caden (53) recuerda con precisión el día en que, con su título de psicóloga recién obtenido, fue a pedir trabajo al Servicio Penitenciario Bonaerense. “Tenía 30 años y lo único que tenía claro era que no quería desempeñarme en un consultorio. Me habían dicho que en las cárceles necesitaban psicólogos y yo, que en esa época era muy impulsiva, me presenté con una carta de recomendación”, cuenta en charla con Infobae.
Ambivalencias como esa la acompañaron durante casi dos décadas. “Sentía que tenía dos caras: era Karina y era Isabella. Dos mujeres antagónicas que no podían vivir una sin la otra. Había momentos en los que predominaba Karina y momentos en los que Isabella tomaba el control”, dice. Por años intentó encontrar un equilibrio, pero el peso de una identidad siempre terminaba imponiéndose sobre la otra. “Había algo en mí que no encajaba con la normativa”, reflexiona.
Karina nació en La Plata, pero se crió en Tolosa. Es la menor de tres hermanos y fue a un colegio de curas del que no conserva un buen recuerdo. En su último año de secundaria, transitó una depresión profunda. “Tenía muy baja autoestima. Me sentía la peor de todas. En el viaje a Bariloche lo pasé recontra mal: mis amigas podían divertirse en el boliche y yo lo sufría. No me animaba a bailar y las veía a ellas, libres, haciendo todo lo que querían. Tenía una fobia social importante”, recuerda.Esa sensación de aislamiento la llevó a iniciar terapia y, después, a estudiar Psicología en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). “Empecé la carrera más por autoconocimiento que por vocación”, admite. Pero con el tiempo, la licenciatura la atrapó. Lo que nunca imaginó es que su primer trabajo la llevaría a un mundo todavía más hostil que su propia cabeza: el de las cárceles.Ser mujer en ese entorno no era fácil. “Muchas veces no se tomaba en cuenta mi opinión. Distinto era cuando alcanzabas determinada jerarquía. Había psicólogas que, con más trayectoria ahí adentro, se hacían valer y hacían valer su palabra”, recuerda Karina y destaca que fueron años de arduo trabajo. “El pedido de asistencia psicológica siempre tenía lista de espera. Si bien algunos internos lo hacían con un interés genuino, muchos otros se anotaban solo para tener contacto con una mujer. Para ellos era como la fantasía hecha realidad”, explica.
Durante los cinco años que ejerció como psicóloga, Karina intentó ocultar su identidad como trabajadora sexual. “En ese momento existía ‘La Plata vive’, un chat donde se arreglaban encuentros. Yo lo usaba hasta que entré al Servicio Penitenciario. Lo dejé por miedo a que se enteraran mis jefes y mis compañeros. Pero después volví, empecé a hacerme más conocida y, al final, decidí dedicarme de lleno a ese”, dice. “Era un poco más rentable que ser psicóloga”, admite.Esa desconexión se replicó en otras áreas de su vida. Nunca tuvo pareja estable y durante años ni siquiera lo consideró. “No me daban ganas de crear un vínculo amoroso. Toda mi energía se iba en el trabajo sexual”, explica. Para ese momento, llegó a tener un millón de seguidores en Facebook, donde promocionaba su blog, pero un día la plataforma la sancionó. “Me pidieron que pusiera mi nombre real, mi número de documento y otros datos personales. No me animé y se cerró la cuenta”, recuerda.
Ese episodio marcó su retiro del trabajo sexual. Volvió a La Plata y apostó por nuevos emprendimientos. Más allá de lo económico, a nivel emocional hubo otro costo. “Tuve un ataque de pánico cuando tomé esa decisión. Mi analista me hizo ver que yo estaba como desdoblada. No era una sola persona: Karina había sido dejada de lado completamente por Isabella”, describe.De vuelta en su ciudad, Karina usó sus ahorros para emprender. Primero, abrió un salón de spinning. Luego, montó una zapatería de talles grandes para mujeres. La llamó “Pie Feliz”. “No existía un lugar así en La Plata, así que me convertí en una especie de referente”, cuenta. Pero en 2020, la pandemia cambió las reglas del juego. “Tuve que cerrar el local. Intenté vender barbijos, pijamas, pero nada prosperó. Entonces volví a la venta de contenido erótico”, admite.—¿Quiénes son tus clientes?
—¿Por qué creés que te eligen a vos?
—Porque ellos me tienen como la MILF, una madre muy deseada. Además, ser psicóloga me otorga un plus.—Tengo herramientas para detectar qué fantasía busca cada cliente: si es sádica, masoquista, incestuosa… Me adapto a lo que necesitan. Es como que en ese momento soy actriz y estoy cumpliendo con un guión. Uno de los pedidos más recurrentes es el “dick rate”, que consiste en evaluar el miembro masculino. Ellos quieren que sea objetiva, pero muchas veces lo que buscan es humillación porque es lo que les da placer en verdad. Hay que saber leer qué es lo que quieren realmente.
—¿Cuántas horas por día le dedicás a OnlyFans?—¿Cuánto ganás por mes?
Después de años de transitar la vida en solitario, hace un tiempo Karina formó pareja con un hombre que conoció en una aplicación de citas. “Le conté que me gustaba mucho cantar y que a veces iba a los karaokes. Como él es cantante, me invitó a su casa a cantar y se generó un vínculo. Empezamos a salir, a compartir cosas y ahí se afianzó la relación”, cuenta.
Hoy, a sus 53 años, Karina se muestra más segura que nunca de su presente. “Durante mucho tiempo oculté el trabajo sexual y la venta de contenido erótico porque sentía el peso del qué dirán. Ahora me siento libre y plena”, asegura. Y se despide: “Es importante que quienes elegimos este camino podamos hacerlo sin ser señalados, sobre todo cuando llegamos a cierta edad y la sociedad insiste en que deberíamos estar haciendo otra cosa”.
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