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03/11/2024
Fuente: telam
El ensayo cinematográfico de Mark Cousins detalla técnicas, obsesiones y trucos del gran maestro del suspenso, un hombre que con sus películas desafió convenciones durante medio siglo
>En los 44 años transcurridos desde su muerte en 1980, La peor es probablemente Hitchcock (2012), de Sacha Gervasi, con un Anthony Hopkins truculentamente mal encasillado en el papel principal. La mejor es el documental Hitchcock/Truffaut (2015), de Kent Jones, sobre el encuentro de esos dos cineastas y el clásico libro de 1966 que surgió de él, y 78/52 (2017), de Alexandre O. Philippe, que pone bajo la lupa la famosa escena de la ducha de Psicosis.
Esas dos joyas tienen ahora un audaz competidor en Mi nombre es Alfred Hitchcock, un ensayo de dos horas en forma de película que ha escrito y narra el propio Sir Alfred, ya fallecido. Bueno, en realidad no, como admiten los créditos finales; el guión y la dirección son obra de Mark Cousins, el documentalista norirlandés que realizó The Story of Film, de 15 horas de duración, en 2011, y la voz de Hitchcock la pone el cómico e impresionista británico Alistair McGowan, en una justa imitación de la plúmbea dicción del maestro.El Hitch de Cousins y McGowan es un mono descarado, que plantea juguetonamente preguntas al público sobre sus películas y nuestros deseos en la oscuridad. “¿Confían en mí? Saben que las películas son mentiras, ¿verdad?”, pregunta al principio, sabiendo que nos encanta que nos mientan cuando la mentira está tan bien hecha.Mi nombre es Alfred Hitchcock es un programa de recortes glorificado, pero los recortes son tan esenciales para el medio cinematográfico como cualquier otro en su historia, y cubren toda la gama de una carrera de 50 años. No sólo los grandes (Psicosis, Vértigo, La ventana indiscreta, Notorious, Los 39 escalones, Extraños en un tren, La sombra de una duda), sino también los casi grandes (Rebeca, Corresponsal en el extranjero, Los pájaros, Marnie), fracasos (Jamaica Inn, Under Capricorn) y rarezas (German Concentration Camps Factual Survey 1945, un documental suprimido del Ministerio de Información británico en el que Hitchcock trabajó como asesor).Otras secciones de Mi nombre es Alfred Hitchcock están dedicadas al Tiempo (”Cuando tu personaje quiere que el tiempo se acelere, tú lo ralentizas”, se nos dice, y aquí está Ray Milland sudando la gota gorda en Dial M for Murder para demostrarlo), la Altura (todas esas tomas omniscientes de la grúa con sus detalles condenatorios), el Cumplimiento (las resoluciones de sus castigadoras tramas) y la Soledad. Esta última se acerca al meollo de la cuestión y al hombre mismo: sus impulsos más oscuros, como atestiguan muchas de sus actrices (pero en gran medida ignorados aquí) y su metafísica del destino, de pequeños seres humanos a merced de un universo machacón e indiferente.
Las partes más ricas de este documental, sin embargo, vienen en la segunda sección, El deseo, un tema que es sin duda el motor principal del cine en general y de las películas de Hitchcock en particular. “Mi cámara era en sí misma una cosa deseosa”, confiesa el Hitch de Cousins mientras desglosa los muchos tipos de antojos en una pantalla y en nuestros corazones. “Estudié el deseo como Darwin estudió las lombrices”.Esta sección explora también el deseo de matar -todos esos encantadores asesinos charlatanes de su filmografía- y la forma en que el deseo puede convertirse tan rápidamente en rabia. “Los magnates del cine no siempre querían que mostrara el veneno, el lado oscuro del deseo”, dice el director. “Pero lo hice”.
Los análisis de escenas individuales y sus significados ocultos son tan hábiles como tímido es el autoexamen: Este Hitchcock sólo nos cuenta lo que quiere. Ese es un defecto de Mi nombre es Alfred Hitchcock, y también lo es el puñado de imágenes actuales que abren los distintos capítulos, incluida una inexplicable mujer con camisa amarilla mostaza que mira al objetivo como la descendiente morena de una rubia de Hitchcock. Se entromete en este confesionario socarrón, pero Cousins tiene éxito en su tarea principal. Nos devuelve a un genio en todas sus contradicciones, y a sus películas en todas sus delicias mortales.
Fuente: telam