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14/10/2024
Fuente: telam
Una mirada sobre cómo se presentaban los trastornos mentales, entre el siglo XVI y el XIX , a través de grandes obras de Pieter Brueghel “el Viejo”, William Hogarth, Théodore Géricault, Richard Dadd y Hugues Merle
>En el siglo XVII hubo un cambio significativo en la percepción de la locura, en el que los individuos considerados irracionales comenzaron a ser sistemáticamente institucionalizados, fenómeno que Michel Foucault denominó el Gran Confinamiento.
Durante la antigua Grecia, por ejemplo, Platón ya separaba la locura clínica de la artística o en el siglo XVI, Erasmo de Rotterdam la definía como una “mediadora de la felicidad”. En el Renacimiento, los locos eran vistos de manera diferente, ya que se creía que habían alcanzado una cercanía especial con la razón divina, lo que les permitía ser aceptados en la sociedad.
Los avances científicos e intelectuales habían creado los hospitales, espacios del poder (Reino o Estado) que tomaban tareas que antes se realizaban desde la Iglesia, y que se encargaban de redireccionar la vida de los vagabundos, los dementes o las prostitutas a través de crueles sistema de castigo y recompensa que se mantuvieron hasta el XX, así la locura se convirtió en un instrumento para el control social. Este cambio fue crucial para el desarrollo de un aparato de control basado en la ciencia, que contribuyó al surgimiento de la industria médica y al poder disciplinario de las instituciones.
El español Francisco de Goya, por su propia internación o visitando familiares, realizó Corral de locos (1793) y Casa de locos (1812-1819), piezas en las que se centraba en cómo se vivía en un hospital psiquiátrico en el Siglo de las Luces. Así, a lo largo del tiempo, la locura fue representada de diferentes maneras, generalmente con la mujer como figura simbólica.
A continuación se desarrollan algunos ejemplos, de la mano de grandes artistas, pero nos detenemos antes del Art Brut, término acuñado por Jean Dubuffet para las creaciones de personas aisladas, solitarias, pacientes de hospitales psiquiátricos, etcétera, que no buscan reconocimiento por su obra, sino expresarse libres de las referencias culturales. Y, por ende, mucho menos, en el surrealismo, que se alimentó de este “movimiento” y así de las obras del XX, que quedarán para otra oportunidad.La restauración de Dulle Griet en 2018 permitió confirmar su fecha de creación, que había sido objeto de especulación debido a la ilegibilidad de la firma original. Se había asumido que la obra databa de dos años antes, basándose en similitudes estilísticas con otras obras de Brueghel como La Caída de los ángeles rebeldes y El triunfo de la muerte, piezas en las que se muestra la clara influencia que Hieronymus Bosch, El Bosco, tuvo en él.
El nombre “Griet” era un término despectivo para referirse a mujeres de mal genio, como también a una tonta, y una lectura posible, planteada por la crítica Margaret Sullivan, es que la obra se pensó como una alegoría de la “locura y la insensatez” del espíritu de la época. Por su parte, “dulle” significaba tanto “loca” como “necia”.El primer biógrafo de Brueghel, Karel van Mander, describió la pintura en 1604 como “Dulle Griet, que está mirando la boca del infierno”. La obra pasó por diversas manos, incluyendo las colecciones del emperador Rodolfo II, antes de ser saqueada por tropas suecas en 1648 y reaparecer en Estocolmo en 1800. Fue finalmente adquirida por el coleccionista Fritz Mayer van den Bergh en una subasta en Colonia en 1897.
Brueghel es considerado un pionero en la representación de paisajes como escenarios principales, en lugar de meros fondos para alegorías religiosas. Su enfoque innovador se distingue de sus predecesores flamencos como El Bosco y Jan van Eyck, quienes centraban su arte en lo celestial y lo infernal. El grueso de la obra de Brueghel, en cambio, se enfocó en lo humano y lo cotidiano, capturando la vida en sus múltiples facetas, desde la alegría hasta la tristeza, y desde el amor hasta el miedo.Brueghel no solo se centró en lo narrativo, sino que también exploró temas morales en sus obras. En La parábola de los ciegos y El país de Jauja, el pintor indagó en la necedad humana y la fugacidad de los bienes materiales. Además, su representación de la Torre de Babel en tres cuadros, de los cuales solo se conservan dos, ofrece una perspectiva estética y semiológica única sobre la construcción y la circulación del signo.
Según el escritor y crítico de arte John Berger, Brueghel “fue un artista que recopiló pruebas para un juicio que nunca creyó que se celebraría” y comparó su legado con el de Bertolt Brecht, sugiriendo que ambas querían transmitir que la indiferencia es una forma de aprobación.Cuando en 1735, el pintor inglés William Hogarth publicó una serie de ocho grabados titulada El progreso del libertino, su carrera había dado un vuelco hacía unos pocos años y era reconocido por su aguda crítica social a través de sus obras.
Hogarth, quien nació como hijo de un maestro rural sin formación formal en pintura, enfrentó un camino arduo hacia el reconocimiento. En una época en que los pintores locales eran menospreciados en favor de artistas extranjeros como Hans Holbein el Joven, Rubens, Van Dyck y Canaletto, el autodidacta Hogarth comenzó su carrera como orfebre y grabador de carteles comerciales, diseñando escudos de armas, tarjetas e invitaciones.
Entre 1743 y 1745, presentóEl progreso del libertino muestra la caída gradual de un joven “de principios morales débiles” llamado Tom Rakewell, quien comienza a apostar, beber y coquetear con prostitutas hasta que es encarcelado en la Prisión de Deudores de Fleet y, finalmente, en la octava y última escena, reducido a la locura y confinado en el Hospital Mental de Bethlem.
La serie transmitía una advertencia moral que equiparaba la inmoralidad, la criminalidad y la incapacidad mental. Este conjunto de conexiones continuó impregnando el pensamiento general durante los siguientes siglos.La serie “Monomanías”, de Théodore Géricault
La serie, realizada entre 1818 y 1824, representa a individuos con diversas obsesiones, un concepto que en el siglo XIX se denominaba monomanía. Estos retratos, que incluyen obras como El obseso del robo y La monomaníaca de la envidia, fueron encargados por Étienne-Jean Georget, un médico que trató a Géricault y que estaba interesado en clasificar las enfermedades mentales. La serie fue un intento de romper con los estigmas sociales de la época, retratando a los pacientes con la misma dignidad que a cualquier otra persona.
El Hospital Salpêtrière, fundado en 1656, fue un lugar emblemático tanto para el estudio como para la represión de comportamientos considerados inaceptables por el pensamiento racionalista de la Ilustración. Allí, Philippe Pinel, un pionero en el tratamiento de enfermedades mentales, liberó a los pacientes de sus cadenas y propuso una clasificación de las enfermedades mentales que incluía la manía y la melancolía.En 2017, el científico español Javier Burgos inició una búsqueda para localizar las pinturas desaparecidas de la serie Monomanías. En enero de este año, anunció en la publicación científica The Lancet el hallazgo de una sexta pieza, titulada Homo melancólico, en una colección privada en Italia. Este descubrimiento se suma a las otras obras conocidas de la serie, que se encuentran en museos de todo el mundo, como el Museo de Bellas Artes de Gante y el Museo del Louvre.
La influencia de Géricault en el arte y la psiquiatría sigue siendo objeto de estudio y admiración. Su capacidad para capturar la esencia humana en sus retratos, sin recurrir al efectismo, ha dejado una huella perdurable en la historia del arte.
Durante la época victoriana, Este acto lo llevó a ser detenido como un “loco criminal” y enviado al Hospital Bethlem en el sur de Londres, donde continuó pintando durante su encarcelamiento, resaltó en una entrevista Victoria Northwood, directora del Museo de la Mente.
A Dadd, que ya había expuesto en la Real Academia a los 20 años, se le auguraba un prometedor futuro, sin embargo, tras un viaje por Europa y el Medio Oriente con un abogado y político galés, su salud mental comenzó a deteriorarse. Amigos y familiares sospechaban de una insolación o una crisis mental, lo que culminó en el asesinato.En la obra el artista interpreta al personaje homónimo de una balada popular titulada “Poor Crazy Jane” (Pobre Loca Jane), en la que un transeúnte se encuentra con una sirvienta que ha sido abandonada por su amante y deambula perdida y enloquecida. Crazy Jane también apareció en otras muchas baladas del siglo XIX y, al igual que la Ofelia de Shakespeare, se convirtió en una de las figuras arquetípicas de la locura femenina en el imaginario romántico. Se la representaba como maníaca pero inofensiva; extrañamente bella pero objeto de compasión, como en su lamento:
La figura de Jane está rodeada de ruinas góticas y cuervos que vuelan en el fondo, lo que intensifica la sensación de aislamiento y desesperación. Se aferra a una maraña de ramas y enredaderas que parecen atraparla, mientras su cabello cae lacio, semejante a la maleza. Estos detalles finos equilibran la pesadez de su figura, especialmente en los músculos de sus brazos, que se cree fueron modelados por un paciente masculino del hospital.
“La lunática de Etretat”, de Hugues Merle
Merle nació en 1823 en Saint-Marcellin, un pequeño pueblo en el sureste de Francia, y en 1843 se trasladó a París para estudiar en el taller de Léon Cogniet, un pintor con formación neoclásica. Cogniet enfatizaba la importancia de dibujar rápidamente para desarrollar composiciones, un enfoque que influyó en el pintor.
La revolución de 1848 en Francia interrumpió su educación artística, pero también abrió nuevas oportunidades para los artistas realistas. A lo largo de la década de 1850, Merle se consolidó como retratista y pintor de escenas de género literario.En su momento de mayor ascenso, su vida y carrera fueron afectadas por la guerra franco-prusiana de 1870, que dejó a Francia en ruinas. Sin dudas, el legado de Merle está más asociado a las obras de maternidad y niños, desde aquellas con un enfoque religioso, otros de estilo costumbrista, como también temas literarios.
“¿La “lunática” está de luto por la pérdida de un hijo o está loca de deseo por tenerlo? Sin una respuesta clara visible, nos queda reflexionar sobre su destino. La angustia de la figura es un sello distintivo del romanticismo, un estilo que enfatizaba imágenes de sufrimiento, locura y muerte. Estas imágenes eran a menudo alusiones apenas veladas a sufrimientos sociales o agitaciones políticas más amplias”, agrega.
Los ojos de la mujer encarnan un fenómeno japonés conocido como “sanpaku”, o “tres blancos”, que se cree que representan un desequilibrio e implican un futuro peligroso. Su lenguaje corporal es agresivo, su contorsión revela una disposición a huir, a retirarse del espectador, como si estuviera, en un punto, agazapada.Merle falleció en 1881 en París, dejando un legado de obras que reflejan tanto su habilidad técnica como su sensibilidad hacia los temas sociales y religiosos de su tiempo.
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