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17/11/2025
Fuente: telam
la combinación de nivel de vida, reglas inestables y sacrificio impositivo genera una experiencia mucho más gravosa para quienes cumplen con el fisco en comparación con otras economías avanzadas
>En Argentina, la presión fiscal suele considerarse un dato objetivo para comparar la carga tributaria con la de otros países. Sin embargo, este indicador, que mide la proporción entre la recaudación impositiva y el producto bruto interno, no refleja el verdadero peso que soportan los contribuyentes argentinos. Aunque la presión fiscal local se sitúa por debajo de la de Brasil o Alemania, la experiencia de quienes pagan impuestos en Argentina resulta mucho más gravosa, debido a factores que trascienden el simple porcentaje de recaudación.
Por ejemplo, Alemania puede sostener una presión fiscal del 42% al 44%, mientras que en Argentina ronda el 30%. Sin embargo, los alemanes no solo toleran esa carga, sino que mantienen un alto nivel de bienestar: pueden acceder a una segunda vivienda, tener varios automóviles y costear la educación universitaria, todo ello en un contexto de baja pobreza. En contraste, en Argentina, a pesar de una presión fiscal menor, la calidad de vida de los contribuyentes se ve severamente limitada.
Mientras en Alemania la presión fiscal podría elevarse por encima del 60% para equiparar el esfuerzo que realiza un argentino, en Argentina la presión debería reducirse a cerca del 16% o 17% para que sus contribuyentes experimenten el mismo alivio que los alemanes tras cumplir con sus obligaciones fiscales.
A partir de la combinación entre nivel de impuestos y seguridad jurídica, es posible clasificar a los países en cuatro grandes grupos. El primero lo integran aquellos con impuestos elevados y alta seguridad jurídica, como la mayoría de los países europeos, donde la institucionalidad compensa la carga tributaria.
El tercer tipo lo constituyen los llamados infiernos tributarios, donde los impuestos son altos y la seguridad jurídica es deficiente o nula; Argentina, Venezuela, Rusia y Bielorrusia figuran en esta categoría, junto a más de una decena de países. Finalmente, existen los estados fallidos, que aplican impuestos bajos pero tampoco garantizan seguridad jurídica, lo que los convierte en entornos poco atractivos para vivir o invertir.
En este contexto, los paraísos fiscales cumplen una función legítima y necesaria. Contrario a los mitos que los asocian con la evasión, el lavado de dinero o el financiamiento del terrorismo, estas jurisdicciones existen porque hay países donde la presión y el esfuerzo fiscal, sumados a la inseguridad jurídica, empujan a las personas a buscar alternativas para proteger su patrimonio, planificar su sucesión o acceder a mayor privacidad. La evidencia muestra que la evasión y el lavado de dinero se producen principalmente en países con altos impuestos y baja institucionalidad, no en aquellos con baja tributación y reglas claras. Además, las sanciones por financiamiento del terrorismo han recaído mayoritariamente sobre bancos y entidades domésticas, no sobre instituciones offshore.
Fuente: telam