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17/11/2024
Fuente: telam
En una profunda conversación, el ex arquero “millonario” cuenta detalles poco conocidos de su paso por el club de Núñez. El manejo del vestuario, las enseñanzas a las nuevas generaciones y las presiones que se viven en el fútbol argentino
>¿Líder se nace o se hace, Marcelo?
-Hay un paradigma que dice que el líder es el que anda a los gritos imponiendo su personalidad. Que así arrastra al resto. Pero vos sos todo lo contrario. ¿O es lo que parecía desde afuera?
-¿Cómo fue ser el capitán de River?
Marcelo Barovero siempre fue un líder silencioso. De hechos más que de palabras. O del comentario apropiado en el momento necesario. En tiempos de fútbol marketing, su buzo se vendió por una atajada trascendental sin ningún dibujo. Son estilos. El jamás se hubiera hecho el bulldog de Chilavert en el pecho. Hasta su apodo se hizo marca de casualidad. Trapito se lo había puesto un periodista partidario de Huracán, donde jugó en la temporada 2007-2008. Quedó relegado en los años que se atajó todo en Vélez. Y se convirtió en más repetido que su nombre cuando pasó a River y lo amplificó en el clásico de los domingos Marcelo Araujo, el histórico periodista que cambió la forma de relatar en la TV. No fue por el propio Barovero, alguien que siempre le escapó a los flashes, a las polémicas, a las peleas. Como dice, nunca le gustó salir en la foto ni caminar como una estrella. Se percibe rápidamente al estar mano a mano fuera del área. Sale él para abrir la puerta de su casa. Invita a pasar y, como buen anfitrión, tiene todo prolijamente preparado: mate, té, café o agua. El agarra su termo sencillo y empieza a hablar en modo susurro. Al entrar a su intimidad, si no se lo conociera de antes, sería difícil adivinar que es el arquero que marcó una época en River. Uno que la gente le grita que jamás lo va a olvidar. Apenas de lejos se descubre, en el quincho, un par de cuadros de un hombre flaco, prolijo, con una camiseta verde y el dedo índice de la mano derecha señalando hacia arriba. Nunca se sintió cómodo con el ruido estridente.
Sus días sin guantes están descubriendo una nueva rutina después de 25 años de volar de palo a palo. Dominando la ansiedad, se prometió seis meses en su casa para después arrancar. O para continuar con su formación, que lo llevó a hacer el curso de entrenador, estudiar idiomas o dar charlas sobre la experiencia de su liderazgo. Ahora parte de su tiempo está apuntado a su partido despedida, el 21 de diciembre en Porteña, su pueblo cordobés. Allí donde desde siempre está el mercado familiar y una cancha que llevará su nombre. “Todo lo recaudado será para una obra del complejo para anexar más canchas. El pueblo está movilizado porque es un momento único para ellos. Será mi última gran atajada”, titula otra vez con más sentimiento que marketing. La idea es que juegue gran parte de su River, con Cavenaghi, Ponzio, Maidana, Vangioni, Ariel Rojas. Es el único momento de la entrevista en el que las palabras salen de su boca sin pedir permiso. Como cuando habla de su hijo, que juega en la 5ta. de Tigre y también es arquero. A él también le habla sólo cuando se lo pide. El Barovero padre le dice al Barovero chico que es una construcción día a día. “Es un puesto difícil de soportar en Inferiores. Y hay que saber que el instante más difícil es cuando hay que ir a buscar la pelota dentro del arco”. Siempre parece apuntar a la conducta, a la cabeza para convertirse en jugador profesional.-Ya desde tu época pareciera haber un manual de conducta River. Cómo se declara, qué se muestra, qué se postea en Instagram. ¿Es real o una fantasía del afuera?-¿Fue una idea de ustedes? Aunque pase, porque en todos los grupos hay inconductas, no se imagina en los últimos años que se filtre una foto que los comprometa en River.
-¿Lo más importante y tal vez lo más difícil es decir no?
-Ese es el tema, pero no queda otra. Hay que demostrar ese carácter. Tienen que hacerlo porque la competencia está muy pareja. Y si no vas puliendo los detalles, cualquiera te puede sobrepasar. Dentro de la cancha se ve. Se juega a muerte. Y el que tiene buenos hábitos, disciplina y constancia, es el que marca la diferencia. Hoy estamos hablando sos joven, tenés 8 o 10 partidos buenos y cambia tu vida. Por lo menos en la chance de crecer deportivamente. Porque no es riguroso hablar de que te vas a salvar. Es un mito y a veces confunde. No es real, salvo en algunas situaciones muy puntuales. El resto la tiene que remar.-Hubo muchas situaciones, obvio. En todos los clubes las hay. Se hablaba internamente. A veces pasaba que alguna declaración no era la correcta y salía en la tapa. Automáticamente se lo llamaba y se hablaba al frente de los referentes. Se manejaba según la situación, me resulta difícil dar hechos puntuales. Es una idea general en la que hay que ser flexible, tener tacto. A veces iba a charlar el que tenía más afinidad con el involucrado. En cambio, si había que ser un poco más duro iba el otro, el que estaba más alejado afectivamente por decirlo de alguna manera. O el más grande. Son situaciones que aprendés a llevarlas y la experiencia te da cierta ventaja. Es como cuando te habla tu papá o tu mamá. Y tratábamos que quedara ahí. No condenar a nadie.
-¿Lo resolvían ustedes en el vestuario? ¿En líneas generales no llegaba a Gallardo?-Cambiaron los tiempos. Crespo alguna vez contó que hizo una declaración equivocada y lo esperó Passarella en una oficina que llamaban “la cámara de gas”. Ahí estaba con el diario... Ahora el diálogo es distinto.
-Hoy cambió mucho. Me pasó en Banfield, mi último club. Yo tenía 40 años. Después, había uno o dos jugadores de 32. Y los demás eran de 22 para abajo. Hay que adaptarse, acomodarse. El mundo cambió. Después que esté bien o esté mal es otra cosa. Estamos en una etapa en la que estamos aprendiendo con las redes sociales, con situaciones que no salían a la luz y hoy se pueden ver. Tenés que educar. Antes se llamaba educación a eso pero no eran las formas, más allá de que alguna vez se le encuentra justificación a un modo violento de entender las cosas.-Pienso que debe ser igual que el Mundo Boca. Por la exigencia, por la exposición. El entorno genera una pata más de todo lo debés alinear para que te vaya bien. El Mundo River es estar constantemente con la camiseta puesta. Las 24 horas. Donde vayas. Hasta en tus vacaciones... Ni hablar dentro de la cancha. Y cuando termina el partido seguís vestido con el buzo de arquero en mi caso. Hasta hoy mismo que me retiré. Hay un fanatismo que no es sencillo de controlar. Por eso estoy convencido que la ayuda psicológica, espiritual o como la quieras llamar es fundamental en estos tiempos. A mí me cuesta ver los partidos de equipos con mucha mayor calidad técnica que el rival, más en este campeonato con 28 clubes, en los que no hagan 3 ó 4 secuencias de jugadas en 90 minutos. Decís: “¿Cómo puede ser que no lleguen ni al arco con semejante calidad de jugadores?”. Se sigue entrenando de lunes a viernes, que es la parte técnica, física, táctica, todo... Y no hay un día, salvo en uno o dos clubes en los que estuve, donde se frene y se trabaje a nivel personal. Muchas veces queremos seguir entrenando, estar en movimiento, en vez de saber qué nos pasa. Tenemos miedo de estar sentado un rato y escuchar el silencio.
-¿Y por qué creés que no rinde de acuerdo a su potencial?-¿O sea que pensás que se entrenan mucho las piernas pero falta entrenar más la cabeza?
-¿Vos pudiste en algún momento de tu carrera visualizar esto y poder trabajarlo aunque sea individualmente?
-Todo lo que contás me lleva a una jugada: el penal que le atajaste a Gigliotti contra Boca por la Sudamericana 2014.
-Aunque no fuera sólo un penal. ¿Cómo lo hiciste?
-¿Y cómo se limpian los pensamientos? ¿Qué se te venía ahí a la cabeza?
-¿Recién decidir en los últimos dos pasos?
-El festejo fue muy Barovero. A lo Caniggia contra Brasil en el Mundial 90, que sólo levantó la mano.
-Decís que no se puede festejar hasta que termine el partido. ¿Pero en qué momento te diste cuenta de que esa atajada no sólo fue relevante en tu vida, sino un partido bisagra en el ciclo Gallardo?
-¿En serio? No me acordaba de esa parte.
-Aunque se piense que ganarle a Boca es un torneo en sí mismo.
-¿Qué sentiste cuando te viste hecho tatuaje?
-Después de ganar con River te fuiste a México. ¿Mito o verdad que querías tener más vida y te estaba consumiendo mentalmente?
-¿Sentías que te podía quitar energía?
¿Qué dijo Gallardo: trató de convencerte para que te quedaras o lo entendió rápidamente?
-¿Alguna vez en todos esos años que estuviste en River te pusiste a pensar que atajabas en el arco de Angel David Comizzo, el arquero que vos querías ser cuando eras chico?
Fuente: telam